25 enero 2013

Gotas de cine (2): Blade Runner

Por fin lo acepta, entiende que su tiempo se ha agotado, comprende que es el fin, tal vez vislumbra que en su búsqueda desesperada de tiempo, de más tiempo para vivir, para sentir, encontró la humanidad por la que desesperaba. Porque ya es humano, se reconoce como tal, ya no tiene que seguir interpretando las emociones que le arrebataron, no tiene que rebuscar entre sus recuerdos implantados alguno que dote de sentido a su existencia. Ya no. Enfrente tiene a su implacable enemigo, el que ha ido matando sin compasión, sin dudas, de manera profesional, a cada uno de sus compañeros. También a su amada Pris, cuyo maquillaje se entremezcla con su sangre artificial sobre su rostro. El policía, el blade runner sin sentimientos, está acabado, se encuentra roto, derrotado, intimidado, lo mira con terror, sin comprender aún por qué acaba de salvarlo de caer al abismo. O sí. Se acurruca junto a la pared, sólo puede haber un motivo, esa muerte tan simple, tan fácil, era insuficiente para compensar el daño inflingido, sólo le cabe esperar la muerte, sí, pero de otro tipo, más dolorosa, con mayor sufrimiento, acorde con el que él ha provocado. El gigante rubio, el replicante invencible, con el torso desnudo y el clavo lacerando su mano para impedir que deje de sentir los últimos instantes de su vida, se acerca lentamente a él. Roy clava sus ojos sobre Deckard. Deckard le devuelve la mirada mientras Roy se sienta frente a él. La lluvia inmisericorde elimina los últimos vestigios de la existencia de Pris. El rostro de Roy queda limpio de muerte. Ahora tan sólo desborda vida. Comienza a hablar, despacio, casi masticando las palabras, se dirige a Deckard pero en el fondo entendemos que nos habla a nosotros, a cada uno de nosotros, en privado, de manera íntima, nos habla ya desde la certeza de ser humano, desde la lucidez final, y nos habla a los que vivimos con miedo, siempre con miedo, a los que vivimos como esclavos, como él vivió. Las bellas gotas musicales compuestas por un inspirado Vangelis se funden con las de la lluvia sobre la cara del replicante, construyendo el contexto mágico de una secuencia que nos perturbará el alma para siempre. Las palabras que brotan de los labios de Roy martillearán nuestras cabezas durante años, quedarán retenidas en la memoria, formarán parte de nuestro equipaje sentimental, más allá del tiempo, más allá de la vida, más allá de Orión… 

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais…
atacar naves en llamas más allá de Orión.
He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser.
Todos esos momentos se perderán…
en el tiempo… como lágrimas en la lluvia…
Es hora de morir.

20 enero 2013

El naufragio moral de un país

Las sangrantes noticias de corrupción política aparecen ya sin interrupción, se superponen unas sobre otras, cada día, y al siguiente, engendrando un enorme manto de mierda que envuelve y ahoga con su hedor a una ciudadanía agotada, asfixiada y encanallada, a ratos desanimada y a ratos enferma de rabia. Al final, como tantos auguraban, España comienza a resquebrajarse, pero no como advertían los rancios nacionalistas españoles, ni como anhelaban los necios nacionalistas periféricos, sino por la manifiesta ruptura del contrato democrático entre los ciudadanos y sus representantes políticos, sin el cual sólo nos queda navegar por las aguas oscuras del totalitarismo, la indiferencia anómica o el activismo más estéril. Los políticos, los tontos útiles del chiringuito capitalista, mediocres intelectuales pero con una personalidad artera que les permite aprovecharse del sistema poniéndose de perfil, llevan años enriqueciéndose a costa de los supuestos servicios que nos ofrecen, llevan años haciéndose fuertes dentro de sus partidos por su facilidad para conchabar con un sector privado bulímico y envilecido, ansioso por hacerse con enormes tajadas de dinero público y por controlar gran parte de ese apetitoso sector público que fue desmembrándose lentamente hasta dejarnos a los ciudadanos mucho más pobres, a los grandes poderes financieros mucho más ricos (y aún más poderosos) y a infinidad de miserables políticos sin necesidad de volver a trabajar en su puta vida.

Los grandes casos de corrupción, los que afectan a los grandes nombres de la política, a los grandes partidos, siempre encuentran su reflejo invertido, deformado, con menores cuantías pero no menor delito, en la podredumbre de los cargos intermedios, en la deshonestidad de los designados a dedo que de su plaza hacen su cortijo al amparo de los favores hechos y debidos. Así, los tejemanejes de los Pujol en Cataluña y el famoso 3% de comisión con el que Maragall acusó de financiarse ilegalmente a CIU, encuentran su inaudito reverso, su reflejo deformado dentro de su propia estructura de mafia grotesca en ese tipo, Millet, que creyó que el Palau era de su propiedad y con fondos públicos llegó incluso a sufragar los gastos de la boda de su hija al tiempo que, para no levantar sospechas, le cobraba a su consuegro 40000 euros para "compartir" esos gastos fantasmas. Los actuales escándalos dentro del PP debidos al descubrimiento de los 22 millones de euros suizos del extesorero del partido, Bárcenas, a los sobres de dinero negro que cobraron todo tipo de cargos y al ático marbellí del exterminador de los servicios públicos madrileños, Ignacio González, no son más que el reflejo aumentado de esa trama de la Gürtel madrileña con ramificaciones valencianas, esa trama cutre de amiguitos para siempre y mafiosos de pacotilla en la que se nos quiso hacer creer que la cosa no iba más allá de unos cuantos trajes regalados; o nos retrotrae a ese joven Zaplana, grabado por la policía en las investigaciones del caso Naseiro, afirmando aquello de “yo estoy en política para forrarme”. Sin consecuencias. Nunca pasa nada. Todo termina despareciendo de la agenda de los medios y las leyes (hechas por políticos corporativistas) nunca les afectan. Sólo queda el hedor. También los del PSOE tienen mierda que esconder, tanta que hace años que resulta imposible acercarse a ellos sin asfixiarse por su pestilencia. El famoso caso Filesa, mediante el que se descubrió la trama de financiación ilegal del PSOE, encontró años después su reflejo invertido en ese escándalo, tan despreciable como zafio, de los ERE en Andalucía, con ese chófer y su jefazo sociata encocándose y yéndose de putas con dinero público. Cuánta caspa. Cuánto hijo de puta. Así se escapa, se pierde, se diluye el dinero de nuestros impuestos a través de los mugrientos desagües de la Administración. Y la pérdida no es sólo económica, lo es también moral, porque a nadie le extraña, todos llevamos años asumiéndolo con normalidad, dando por sentado que así funciona el sistema, que ninguna empresa conseguirá contratos con la Administración sin untar a políticos y a partidos, que es aceptable y natural que políticos de alto nivel como Bono o de los niveles más bajos como el alcalde semianalfabeto de tu pueblo aumenten su patrimonio descaradamente mientras ejercen la política. Estamos inmersos en una enorme crisis de valores, una crisis moral que se entrelaza con la económica, que nos deja aislados, solos, sin principios éticos a los que agarrarnos y defender junto a otros, a la espera de una verdadera y catártica explosión social que nos permita al menos posicionarnos en alguna trinchera, reconocernos en los demás, dejar de sentirnos indefensos ante el sistema.

Los políticos ocupan ahora el centro de nuestros odios, tienen cara, son reconocibles, sus actos miserables y groseros los delatan. Roban nuestro dinero y nos recortan derechos sociales. Los despedazamos, los arrastramos por el lodo, los ponemos a parir en cada reunión de amigos pero, ¿de dónde salen los políticos que nos gobiernan? ¿Surgen por generación espontánea? ¿No tenemos ninguna responsabilidad? Aunque no queremos reconocer la verdad, aunque no parece el mejor momento para advertir sobre ello, es fundamental aceptar que los políticos son los hijos de nuestra sociedad, son el espejo donde vemos reflejada la indecencia de un sistema social y económico donde prima el beneficio inmediato e individual sobre los logros colectivos, y donde no se premian las acciones moralmente correctas sino que siempre parece vencer el deshonesto, el tramposo, el que no cumple las reglas. El que además se ríe de los que sí lo hacen.

Los ciudadanos no sólo cometen continuamente todos tipo de fraudes al Estado, sino que se alardea o se habla de ellos sin recato alguno, sin la más mínima sensación de culpa. Sólo hay que mirar alrededor y escuchar con atención. En el plazo de muy pocos meses he asistido o me han contado historias que ilustran a la perfección la podredumbre moral de una sociedad intrínsecamente corrupta, como los políticos que la gobiernan: un camarero de una taberna se pone a hablar con mi acompañante de manera informal. En un minuto escucho cómo cobra íntegramente todo su sueldo en negro mientras se saca un sobresueldo traficando con tabaco y marihuana (¿cobrará además alguna ayuda del Estado?); un guía de de un monumento ofrece a un amigo la posibilidad de pagar con IVA o sin IVA los 170 euros por un par de horas de trabajo; la posibilidad de venta de un terreno pone encima de la mesa familiar, sin pudor alguno, el cobro de parte del dinero en negro para evadir a Hacienda; se realizan obras de mejora de una vivienda en la que se gastan miles de euros, pero se contrata a un grupo de trabajadores a los que se les paga en negro, sin factura, por lo que esos trabajadores trabajan sin cotizar y además podrán disponer de ayudas estatales por estar oficialmente parados; se contrata a una persona para cuidar a un anciano que ya no puede valerse por sí mismo. El trabajador pide que no le den de alta para poder seguir cobrando la ayuda del Estado. No hay problema alguno, a nadie le parece mal… Historias como éstas las conocemos todos, se cuentan, se saben, a veces incluso se admiran y se jalean al tiempo que se mira con cierto desprecio al que se niega a emularlas y las critica con firmeza. En muchas ocasiones se les trata como tontos, como idotas defensores de una pureza excesiva.

¿Simpatía por los políticos? Ninguna tengo. Sus actos, su corrupción, su incapacidad y su forma de doblar la rodilla, humillándose antes los poderes financieros me provocan el mismo asco que a todos. Pero me chirría comprobar cómo una vez más los medios de comunicación de masas consiguen que el foco de atención ciudadana se centre en la corrupción política sin ayudar a construir una reflexión colectiva sobre por qué puede suceder esta corrupción, una corrupción que es intrínseca al sistema. Los políticos son una herramienta esencial de ese sistema (esencial su existencia, prescindibles las personas particulares que en cada momento la ejercen) construido por un capitalismo depredador que hace décadas que dejó de pensar que el Estado era un problema sino que, por el contrario, era fundamental hacerse con sus servicios para defender sus negocios, para hacerse con el dinero cautivo de los impuestos y para servir de colchón en los inevitables derrumbamientos cíclicos a los que la espiral inflacionista y enloquecida de la búsqueda de beneficios (cada vez mayores y con el menor coste posible) pudiera conducir. Lo que está podrido es el sistema democrático tal y como lo conocemos. Los políticos no son los que toman la decisión individual de corromperse, la situación es mucho más grave, es idiota pensar que son decisiones propias, una elección personal, la cuestión central es que no se puede ejercer la política dentro de este sistema sin aceptar el precio de la corrupción. Sólo hay una alternativa: irse, dejar la política. Pero eso no soluciona nada porque se necesitan políticos y otro vendrá a sustituir al que marchó Si se quedan dentro ya saben a lo que atenerse, sobre todo si terminan gobernando. Es el sistema económico el que todo lo envilece e impide cualquier intento de regeneración desde el interior de la política. El que lo intenta es eliminado. No tendrá ningún futuro. No tenemos ninguna posibilidad de cambiar nada desde dentro.

Hace falta, por tanto, reformar nuestra sociedad desde los cimientos y eso pasa por abandonar cierto relativismo dañino y defender la necesidad de regirnos por unos principios morales convenidos, por conformar una nueva ética social. Y aunque eso implica por supuesto reeducarnos, entender la importancia de los beneficios que obtenemos a través de los estados de bienestar y asumir la obligación de preservarlos, también es necesario dotarnos de leyes coercitivas para defendernos de aquellos que nos roban, atacan y destruyen lo público, de los que defraudan a Hacienda (a todos los niveles), sin amnistías, sin atajos, sin prescripciones, con penas especialmente duras para aquellos políticos que utilizan su posición para enriquecerse o prevaricar. Es la sociedad civil la que tiene que reaccionar, la que tiene que dar el golpe de timón

Esa moral y esa ética de la que hablo nada tienen que ver con lo religioso. Nada más lejos de mi planteamiento volver a las viejas, hipócritas, nocivas y malsanas normas basadas en los dogmas religiosos, construidas desde el pensamiento irracional. Al final todo es más simple. Es necesario recuperar la certeza de que es mejor hacer las cosas bien que hacerlas mal y comprender que lo que se enseña a los hijos cuando son pequeños tiene que tener su reflejo en la sociedad a través de una vida adulta comprometida y honesta.

12 enero 2013

Un año de libros (2012)

Estos son los libros nuevos (sin contar relecturas) que leí este año, un año complicado en el que fue difícil concentrarse en objetivos meramente intelectuales:
  • Reflexiones sobre la posmodernidadFredric Jameson entrevistado por David Sánchez Usanos. La ventaja de la entrevista como género literario es la fácil asimilación que la conversación permite de ciertos conceptos complejos. La desventaja, claro, es la superficialidad con la que se retratan demasiados asuntos que se dejan tan sólo esbozados, sin coger cuerpo, sin terminar de cuajar. Con un prólogo de Sánchez Usanos de gran valor divulgativo para entender por dónde respiran las teorías sobre el posmodernismo (y sobre la necesidad de la filosofía de abandonar  bibliotecas y reflexionar sobre el mundo en el que se desarrolla) estamos ante un librito al que se le saca mucho jugo y abre muchas puertas para conocer el pensamiento de Jameson.
  • Te puede pasar a ti: la sanidad pública beneficia a todos - Albert Jovell. Pequeño ensayo en el que el autor habla, desde su conocimiento y experiencia en el campo de la gestión médica, de la necesidad y la justicia que supone una sanidad pública que, además, sirve para vertebrar nuestra sociedad. Apela al contrato social como fundamento ético de este sanidad, un contrato cimentado en la teoría de la justicia de Rawls. Destaca el riesgo que supone que las clases adineradas abandonen el barco de la sanidad pública y que ésta termine siendo una especie de beneficencia para los más pobres. Esto es algo que, según él, conllevaría el peligroso efecto secundario de paralizar la investigación médica en nuestro país ya que, sin fondos públicos, quedaría a merced del beneficio inmediato, centrada en las enfermedades más comunes y de las que mayor rendimiento económico se pudiera extraer.
  • Viajar perdiendo el sur: crítica del turismo de masas en la globalización - Rodrigo Fernández Miranda. Ensayo que analiza en profundidad las raíces, los mecanismos y las consecuencias del turismo de masas en la globalización. Profuso y contundente en cuanto a las cifras y los reales beneficiarios de dicho turismo, hubiera sido de agradecer una mayor argumentación sobre las raíces psicológicas de la sociedad de consumo que posibilitan su explosión, su necesidad y su rol como constructor de experiencias, algo que tan sólo es mencionado sin demasiada profundidad. Aún así es un libro de enorme utilidad para desmontar falacias economicistas y atacar mitos pijoprogres sobre cierto turismo introspectivo, especializado e individualizado al que el autor considera (salvo excepciones) un modelo de viaje perfectamente asimilado dentro de la estructura comercial creada por los grandes poderes económicos que controlan el turismo internacional.
  • Cleptopía - Matt Taibbi. Ensayo visceral, sin por ello dejar de estar documentado, de un periodista norteamericano que destapa sin ambages (como ya escribí) el funcionamiento del modelo capitalista real (no el utópico), su dependencia política, las burbujas que genera y las consecuencias que provoca, al tiempo que se describe el desolador panorama de una opinión pública idiotizada que se complace en revolcarse en el fango de su miseria intelectual, culpabilizando de manera simplista e infantiloide (por los motivos equivocados, previamente manipulados) a los responsables políticos de la trinchera contraria. Excelente y muy recomendable, tal vez lo mejor en ensayo que leí este año.
  • Jinetes en el cielo - Eduardo Torres Dulce. Pasear de nuevo por los paisajes físicos y emocionales de Monument Valley de la mano de uno de los grandes aficionados al western en general y a John Ford en particular de este país es una auténtica delicia. Lectura pausada, reparadora, cercana y familiar para homenajear la trilogía de la caballería de uno de los mejores directores de la historia del cine. Para aficionados sin complejos.
  • La sociedad desescolarizada - Ivan Illich. Escrito a principios de los años setenta del siglo pasado estamos ante un clásico de la literatura antipedagógica sobre educación desde posiciones anarquistas. Sus ideas sobre la necesidad de desescolarización (no sólo de la escuela sino dentro de todos los campos sociales, incluido el de la medicina institucionalizada) y la de aprender en entornos abiertos, sin acreditaciones, sólo desde el interés, la reciprocidad y la necesidad de compartir, resultan visionarias vistas desde la perspectiva actual debido a las posibilidades que la red ofrece para estos desarrollos cooperativos. Su crítica totalitaria puede hacer que el lector sólo se quede con un planteamiento radical que casi puede considerarse conservador (por su utopismo antidesarrollista) pero sus propuestas pragmáticas están en vigor más que nunca y se puede seguir la pista de su influencia en muchas de las pedagogías más vanguardistas. Lo cuál no deja de ser paradójico. 
  • Conflicto y reforma en la educación (1986-2012) - José Ramón Rodríguez Prada. Ensayo educativo de enorme utilidad para aquellos que quieran comprender algunas de las causas del continuo malestar docente y de las convulsiones que asolan a la educación española desde la llegada de la democracia a nuestro país. Gran parte del mismo es un relato de las causas y las consecuencias de las protestas estudiantiles y del profesorado que tuvieron lugar en los años 80 y que tanta huella dejaron en el inconsciente colectivo de los docentes. Asimismo, critica sin matices la respuesta política a esas revueltas que significó la LOGSE, analizando su fracaso sin paliativos. Interesante.
  • Esto tiene arreglo - Alberto Garzón. Didáctico y ameno ensayo con el que Garzón se estrena en solitario en la ardua y necesaria tarea de explicar con sencillez y de manera clara algunas de las realidades económicas que sostienen el chiringuito financiero español e internacional. No descubre nada nuevo y las soluciones que aporta son más bien vagas e imprecisas (por la dificultad de su desarrollo en el contexto económico internacional en el que nos movemos). Pero uno se congratula por la aparición de este joven y preparado político que, desde las filas de IU, infunde cierto ánimo y confianza en que la política se regenere y se ponga por fin al servicio del ciudadano.
  • El incal - Jodorowski y Moebius. Novela gráfica de culto a la que me acerqué con las mejores expectativas. Tras un arranque espectacular y con los dibujos de un Moebius inspirado y volcado en la historia, el cómic deriva hacia un galimatías esotérico, campos astrales, autoconocimiento y demás chorradas tan propias del pensamiento mágico (tan propias de Jodorowski, por otro lado) convirtiéndose en un plato de lo más indigesto que me costó horrores terminar. Un coñazo infinito.
  • Fotografía sin verdad, el poder de la mentira - Diego Caballo y Daniel Caballo. Un atractivo e interesante ensayo que se adentra de la mano de dos experimentados periodistas (padre e hijo) en el poder la imagen para construir verdades y manipular opiniones. De manera aguda y con múltiples ejemplos visuales extraídos de la prensa diaria (aunque sin una gran reflexión teórica que hubiera sin duda enriquecido el texto), van desgranando las diferentes maneras con las que se miente a través de la imagen, separando los casos más sangrantes de aquellos que pueden al menos tener una explicación. Un feliz hallazgo casual en una cafetería-librería que pone de manifiesto como a veces los mejores ensayos de divulgación política o social quedan ocultos por una distribución limitada y residual.
  • Europa al borde del abismo - Economistas aterrados. Este grupo de economistas de corte izquierdista continúa con su impagable misión didáctica encaminada a desvelar las debilidades y contradicciones en las que está envuelta la Europa más débil de los últimos treinta años. Exponen con datos el contubernio construido por la casta política y los grandes poderes financieros para defender a los grandes bancos y los grandes capitales de los efectos de la crisis a través de todas las herramientas represivas con las que cuentan los Estados y cómo se ha conseguido descargar sus responsabilidades en unos ciudadanos indefensos. Sus análisis son rigurosos, sin ceder a la tentación de la descalificación o la crítica abusiva y abren una puerta a los lectores para conocer los entresijos de la política económica europea, ésa que nos está llevando al borde de abismo social. Una lectura necesaria y aterradora.
  • La educación en peligro - Inger Enkvist. El último ensayo publicado en España por esta prestigiosa especialista sueca en educación no hace más que poner de manifiesto lo complicado que resulta encontrar soluciones mágicas a los problemas educativos y la imposibilidad real de evaluar objetivamente los diferentes modelos educativos existentes sin que todo quede contaminado por la ideología y las ideas previas que cada uno tiene sobre el papel de la educación reglada en la sociedad, así como los objetivos que debe intentar alcanzar. La crítica a las pedagogías modernas centradas en el niño están argumentadas poderosamente así como la necesidad de recuperar equilibrios perdidos frente a un excesivo protagonismo del niño en la toma de decisiones y de asunción de responsabilidades respecto a su aprendizaje. Las soluciones que aporta, por el contrario, son vulgares, manidas fórmulas pretendidamente objetivas habituales desde posturas conservadoras, centradas fundamentalmente en un mayor número de evaluaciones, un refuerzo de la autoridad del profesor y la posibilidad de itinerarios diferentes para los alumnos desde edades tempranas (la autora no parece darse cuenta de la contradicción que supone negar que los niños puedan tener capacidad, por su corta edad, para ser los protagonistas absolutos de su aprendizaje pero sí la tengan para decidir “libremente” a los 12 años por un itinerario educativo u otro). Todo estas soluciones las firmaria con gusto nuestro ministro Wert. El análisis del problema, apoyándose en multitud de autores que reivindican la necesidad de volver a priorizar los contenidos frente a las destrezas apoyadas en el vacío, es excelente pero las soluciones planteadas son pobres, escasas y manidas.
  • Acceso no autorizado - Belén Gopegui. La novela se me caía tristemente de las manos a medida que avanzaba en su lectura. Aún siendo un apasionado de la literatura de Gopegui, la verdad es que sus dos últimas novelas han sido un chasco y ésta, en particular, no encontré por donde cogerla. La dificultad que, en general, suele tener Gopegui para construir personajes y diálogos, no es compensada en esta ocasión con su agudo, reflexivo y lúcido análisis de la sociedad contemporánea en general y del ser humano en particular. Una pena.
  • Godard - Colin McCabe. El personaje de Godard es demasiado complejo y su obra demasiado vasta como para que un ensayo típico sobre su cine y su vida pueda hacer justicia a la importancia y a las claves de su obra. A pesar de ello este libro sirve como acercamiento teórico inicial para el que haya visto un número importante de películas del director francés y resulta útil para hacerse una primera idea de la heterogeneidad de su filmografía. Recomendable.
  • Fabulosas narraciones por historias - Antonio Orejudo. Espectacular, hilarante, sorprendente, desmitificadora y compleja novela que se introduce en la residencia de estudiantes más famosa de nuestra historia para contarnos las andanzas de tres jóvenes por el Madrid de los años 20 del siglo pasado. Indispensable, una de las mejores novelas españolas que he leído en años.
  • El sociólogo y el historiador - Pierre Bourdieu entrevistado por Roger Chartier. Un Bourdieu en plena forma, es entrevistado en la radio por el historiador Chartier a finales de los años 80. Este libro recoge su diálogo y revela la fortaleza intelectual de Bourdieu, que se atreve a criticar con acierto la comodidad de las atalayas desde las que trabajan otras ramas del conocimiento como la historia, la ciencia y la filosofía, al tiempo que defiende con fiereza el papel relevante de la sociología a la hora de comprender la sociedad en la que vivimos. Instructiva lectura.
  • Sobre la televisión - Pierre Bourdieu. Ensayo de referencia donde el autor explora el medio televisivo, sus características, sus esclavitudes, sus limitaciones y su poder de influencia. Niega el análisis primario de que la manipulación dependa de la propiedad de los medios, reniega también de la teoría de la conspiración respecto a la manipulación que efectivamente provoca el medio e introduce nuevos, provocadores y apasionantes elementos de análisis centrados en la autocensura, en la necesidad de epatar para mantener las audiencias, en una competencia que provoca uniformidad y en una capacidad de manipulación que transforma a la realidad, que termina adaptándose a las necesidades del medio para trascender. Revelador.
  • Odio a los indiferentes - Antonio Gramsci. Una recopilación de artículos e intervenciones del filósofo italiano entre las que destaca sobremanera su alegato contra los indiferentes (que da nombre al libro). Siguiendo la senda que abriera Éttiene de la Boéite con su “Discurso de la servidumbre voluntaria” un joven Gramsci arremete en apenas tres páginas contra los indiferentes, contra aquellos que no toman partido y todo lo critican a posteriori, mientras sufren entre quejas sin jamás hacer nada por ayudar a cambiar aquello que les produce su sufrimiento. Espléndido.
  • Ventajas de viajar en tren - Antonio Orejudo. Convertido en fan inmediato de Orejudo desde la anterior lectura comentada (Fabulosas narraciones por historias) me arrojé ansioso sobre otra de sus novelas. No pude dejar de sentir cierta decepción. Se trata de una novela corta (demasiado corta) con situaciones y personajes por momentos descacharrantes junto a otros momentos en los que se muestran en exceso las costuras de la historia y la falta de una estructura sólida. Y, además, de pronto se acaba. Me quedé con ganas de más…
  • Un momento de descanso - Antonio Orejudo… De manera que me agencié otra novela de Orejudo. En este caso se centra en el ambiente universitario y editorial y dispara contra todo lo que se mueve. Desenmascara con humor (a veces surrealista) esas actitudes y endogamias patrias  instaladas a fuego en ese mundo académico e intelectual en el que las puñaladas vuelan entre sonrisas y copas de presentación. Divertida y con algunos personajes estupendos (esa editora de novela posmoderna no tiene precio) es una novela muy recomendable.
  • La buena letra - Rafael Chirbes. Novela corta en la que un Chirbes introspectivo le da su voz a una anciana que narra a sus indolentes hijos (de la democracia) las miserias y penurias que ella y su familia tuvieron que pasar a lo largo de la historia negra de la España de la guerra y la posguerra. Pobreza, dolor, traiciones y miedo salpicados por breves instantes de alegría que rápidamente eran de nuevo eclipsados por una dura realidad que sólo los que la vivieron pueden realmente comprender. Excelente.
  • El posmodernismo revisado - Fredric Jameson. Casi treinta años después de la obra sobre el posmodernismo que lo pusiera en la palestra, Jameson reflexiona sobre el desgaste de la etiqueta posmoderna, las acusaciones sobre su frivolidad y su carácter de artefacto meramente decorativo, defendiendo que su definición sobre la posmodernidad abarca mucho más que una lógica de producción cultural, sino que define a un modo del capitalismo, el capitalismo tardío, de rabiosa actualidad. La lectura de la transcripción de la conferencia que el filósofo diera en Madrid en 2010 es sugestiva, abre puertas, provoca diálogo interior, pone en conflicto estructuras mentales preestablecidas. Defiende la prevalencia de lo espacial sobre lo temporal (el tiempo, según él, es un presente continuo), el consumismo como elemento distintivo de las sociedades modernas, el fin de las utopías, cierto desvalimiento posmoderno que nos hace más vulnerables, la despersonalización del arte, la volatilización de la obra artística que es sustituida por la idea, con más importancia que su propia fisicidad. Inteligente, radical y subversivo. Un Jameson en plena forma que no ofrece soluciones sino que abre nuevos interrogantes.
  • El despertar de la historia - Alain Badiou. Breve ensayo que indaga en el significado real de las revoluciones sociales (especialmente las árabes) que han tenido lugar en los últimos tiempos. Repasa teóricamente las características de las posibles revueltas (latente, nihilista…) para concluir defendiendo la provocadora tesis de que las revueltas en el mundo árabe no estaban en absoluto sustentadas por las ansias de la ciudadanía de una democracia a lo occidental, sino que se trataron de revueltas populares con las que el pueblo trató de instituirse como sujeto político superando modelos democráticos extranjeros, incluso negándose a ellos. Badiou considera a las democracias occidentales como el sustrato necesario del capitalismo voraz actual, que para él no es ninguna evolución (niega ese nuevo capitalismo inmaterial que defiende Toni Negri, entre otros) sino que estamos ante la encarnación perfecta de los principios del capitalismo clásico contra el que escribiera Marx. Curioso, provocador y sorprendente.
  • David Lynch - Michael Chion. Ensayo de gran profundidad sobre el cine de Lynch, muy al estilo francés. Centrado fundamentalmente en los inicios y la primera etapa de la filmografía del director no sólo contiene valiosos estudios sobre cada una de sus películas, algo que enriquece su visionado y su recuerdo, sino que se atreve con una especie de diccionario lynchiano (Lynch-kit) donde a través de objetos, acciones y situaciones que se repiten con variantes en el universo creativo de uno de los mejores directores de cine de los últimos treinta años, indaga en sus obsesiones creativas.
  • Qué hacemos con  la educación - Agustín Moreno (coord.), Enrique J. Díez, José Luis Pazos, Miguel Recio. La crisis está haciendo que una parte de la ciudadanía despierte y empiece a usar sus habilidades y conocimientos para enseñar y mostrar a sus conciudadanos que hay otras formas posibles de organizar la vida social y económica del país. En este caso, aunque de manera bienintencionada, este breve ensayo ofrece de una visión más bien trivial y continuista de la educación desde posiciones progresistas. Acierta en su ataque a la privatización de la educación y fracasa a la hora de plantear alternativas novedosas, pragmáticas y realistas al problema educativo. La izquierda necesita quitarse ropajes que aunque intentan seguir pasando por modernos comienzan a estar trasnochados y reenfocar su proyecto a través de una perspectiva liberadora de la educación, sin caer en el buenismo y en la defensa idiota de una educación sin contenidos, que en la teoría reniega de la necesidad del esfuerzo y se solaza estúpidamente con destrezas hueras, una pedagogía construida artificiosamente por teóricos sin práctica que no tienen en cuenta el contexto social en el que se desarrollan los procesos de aprendizaje y cuyas propuestas llevan fracasando desde hace años. Este fracaso, para el que siempre encuentran una justificación externa, constituye un refuerzo de los discursos conservadores que ven la educación como un espacio de formación para el trabajo, de instrucción y de preparación para la competitividad laboral. Defender una formación seria de los jóvenes, centrada en contenidos y experiencias que se entrelazan y cobran sentido con el paso de los cursos es la única defensa de la sociedad frente al poder.

07 enero 2013

Un año de cine (2012)

Éstas son las películas nuevas (no tengo en cuenta las revisiones) que vi durante el año que acaba de finalizar. Aclaro, mediante la palabra cine, las que vi en pantalla grande. Están ordenadas cronológicamente, según las vi.
  • Monstruoso (2007) - Matt Reeves. Cámara al hombro para contar de manera diferente lo que tantas veces vimos en el cine. El ataque de un monstruo que termina con una ciudad narrado en primera persona, desde el punto de vista de ciudadanos anónimos que no se convertirán en héroes sino que tan sólo tratarán de sobrevivir inútilmente al caos. Sufren y mueren sin comprender nada, igual que el espectador. Curiosa y entretenida a ratos.
  • El experimento del Dr. Quatermass (1956) - Val Guest. Clásico de esa ciencia ficción de serie B de los cincuenta que contaba con mejores ideas que medios. Usa de manera inteligente el blanco y negro para mantener la tensión y ocultar la falta de recursos técnicos, algo que, a pesar de la ingenuidad de la propuesta, consigue mientras asistimos a la metamorfosis del protagonista debido a la posesión alienígena-vegetal. Simpática aunque intrascendente 
  • El señor de la guerra (2005) - Andrew Niccol. Con unos títulos de apertura espectaculares Niccol vuelve a dejar patente su habilidad para narrar historias en la frontera entre el cine espectáculo que demanda Hollywood y ese otro cine con vocación social y reflexiva. No termina de cuajar en gran película y decae con los minutos pero merece la pena verla, como pasa con casi todas las películas de este director
  • El contrato del dibujante (1982) - Peter Greenaway. La primera gran película del año. Apasionante retrato de las desventuras de un arribista con ínfulas de artista en la Inglaterra de finales del siglo XVII. Preciosista, espectacular en su cromatismo y en la construcción de planos de extraordinaria belleza plástica, cuenta con la presencia determinante de la música de Michael Nyman. La historia mantiene la tensión y los giros de la trama sorprenden e interesan, aunque es su vertiente pictórica y musical la que arrebata al espectador. Imprescindible
  • The Pillow Book (1996) - Peter Greenaway. Hermosa, extraña y sensual narración que nos muestra la evolución de una mujer que comienza usando su cuerpo como papiro para la escritura de otros hasta que ella misma decide convertirse en escritora sobre los cuerpos de los demás. Metáfora sobre la creación y la vida en la que Greenaway rompe convenciones de la narrativa cinematográfica para construir una historia que además resulta muy entretenida.
  • Los descendientes (2011) - Alexander Payne (cine). Es una de esas películas que con el paso del tiempo se me va cayendo. De la admiración inicial sólo queda el respeto por una historia con un punto de partida interesante y muy buenas interpretaciones que termina desembocando en un irritante folletín convencional. Más superficial de lo que pretende aparentar.
  • Atraco a las tres (1962) - José María Forqué. Sobrevalorada película española ambientada en los oscuros años del franquismo y cuyo mayor valor reside, precisamente, en la descripción de arquetipos sociales de una época triste, casposa y miserable. Se hace cansina y no es tan divertida.
  • Insomnio (2002) - Christopher Nolan. Convencional, a ratos (pocos) entretenida y a ratos (demasiados) decepcionante película de intriga de un Nolan menor al que no ayuda un Al Pacino ensimismado en su muestrario de muecas y tics.
  • Shame (2011) - Steve McQueen (cine). Un fabuloso Michael Fassbender y una magnífica Carey Mulligan dan vida a dos hermanos en este poderoso relato que gira en torno al vacío existencial de un habitante urbano del siglo XXI. Un tipo al que nada parece ya estimular salvo una sórdida sexualidad de la que no es capaz de escapar. El New York, New York en la voz desolada y rota de Carey Mulligan pone los pelos de punta.
  • La invención de Hugo (2011) - Martin Scorsese (cine). El viejo maestro se atreve con el 3D y por primera vez alguien consigue que la dichosa técnica que venía (de nuevo) a revolucionar el cine adquiera algún sentido. Sus famosos y elegantes travellings aprovechan al máximo las tres dimensiones en un hermoso cuento que termina convirtiéndose en una apasionada declaración de amor y lealtad al cine.
  • Mientras duermes (2011) - Jaume Balagueró. A pesar de la extraña, malsana e interesante premisa de partida la película no avanza, se estanca, es reiterativa y termina siendo excesivamente inverosímil a pesar de que remonte algo con ese final sorprendente y subversivo, tan antihollywoodiense.
  • Moebius (1996) - Gustavo Mosquera R. Experimento cinematográfico que gozó de cierta relevancia en el momento del estreno y al que el paso de los años no le ha beneficiado. Aún con ciertos aciertos en el plano visual y el innegable valor de su lectura sociopolítica (en relación a los desaparecidos de la dictadura argentina) el resultado final termina siendo tedioso, confuso y soporífero.
  • Los idus de Marzo (2011) - George Clooney (cine). Otra de esas películas demócratas que promete descubrirnos la cara oculta de la política norteamericana para terminar componiendo un anodino retrato (curiosamente, moralista y conservador) de los entresijos de una campaña electoral. Aburre hasta el hastío con sus ansias de trascendencia fílmica sustentada en el vacío, cuando a duras penas se eleva sobre un telefilme del montón. Insustancial.
  • La sombra del poder - Kevin MacDonald (2009). Es que ni me acuerdo de ella. Típico producto del cine de intriga política que Hollywood hizo con maestría en los años 70 y que cuando se hace en la actualidad cae en la irrelevancia: pocos lo ven, menos lo recuerdan y a nadie le importa. Pues eso.
  • Margin call (2011) - J. C. Chandor. Crónica urgente que intenta mostrar los recovecos del capitalismo de casino que nos ha llevado al desastre en el que vivimos inmersos desde hace años. Aunque necesariamente simplista, la película funciona y deja momentos brillantes que nos muestran algunas de las actitudes que facilitaron esta pesadilla especulativa e inmoral en la que los beneficios inmateriales de unos pocos se imponen sobre los perjuicios materiales de los ciudadanos de a pie.
  • El desencanto (1976) - Jaime Chávarri. Una de las joyas ocultas del cine español. Las fronteras entre el cine documental y el de ficción se derrumban ante obras como ésta. Poética, sensible, hermosa, decadente, la historia de los Panero avanza entre retazos de nostalgia y despreocupación social y familiar hasta que la irrupción de Leopoldo, el mediano de los hijos, arrambla con todo y sirve para desenmascarar las ficciones y las máscaras de una de tantas familias que vivieron cómodamente en el franquismo, para así, desde lo particular hasta lo general, componer un retrato de la España franquista de clase media (ésa que cierto político actual afirmó que “vivía con enorme placidez”) que desaparecía.
  • Después de tantos años (1994) - Ricardo Franco. Continuación, veinte años después, de El desencanto. No alcanza ni de lejos la calidad cinematográfica de aquélla pero contiene reflexiones impagables de Michi, el menor de los Panero. Permite comprobar como el paso del tiempo destroza los hologramas construidos para epatar, destruye ilusiones artificialmente infladas y planteamientos pretendidamente subversivos.
  • El clan del oso cavernario (1985) - Michael Chapman. Tal vez sirva como estudio historiográfico de aquellos primeros homínidos y las relaciones de poder que se establecían dentro de las tribus. Tal vez, eso espero. Porque como cine es una cosa insufrible, pesada y cargante. Un coñazo.
  • John Carter (2012) - Andrew Stanton. Le tengo simpatía a  películas como ésta, que sin ser ni de lejos la peor del año, parecía destinada al fracaso desde su gestación. Tras su estreno ese fracaso fue corroborado (de forma alborozada, como si no encumbraran otras mierdas cada semana) tanto por la crítica como por el público potencial al que iba destinada, un público que terminó dándole la espalda sometiéndola a todo tipo de chanzas. No es tan mala como la pintan. Es un divertimento infantil inflado por las expectativas, con cierto aroma kitsch y demasiadas debilidades en el guión y en las interpretaciones como para poder apenas sostenerse.
  • El cuchillo en el agua (1962) - Roman Polanski (cine). Nos ponemos serios. Excelente película que narra la tensión que genera la presencia de un joven al que una pareja de clase media acomodada invita con desdén a pasar un día con ellos en su barco de recreo en la Polonia de los años 60. La angustia se palpa en cada plano gracias a la excelente dirección de un Polanski que, casi sin mostrarnos y tan sólo sugiriendo, transmite nervios y una incertidumbre desasosegante. Fantástica.
  • El soldadito (1960) - J. L. Godard. Prohibida en su momento en la Francia de De Gaulle estamos ante la confirmación de que Godard iba a ser mucho más que un miembro más de la nouvelle vague. Retrata, mediante los instrumentos con los que el nuevo cine revolucionó los modos del cine clásico, las convulsiones internas de una sociedad francesa enferma incapaz de solucionar el problema argelino . Contiene uno de esas míticas frases con las que Godard revolucionó la metarreflexión cinematográfica: “la fotografía es la verdad, y el cine es la verdad 24 veces por segundo”. Significó la presentación de esa maravillosa actriz que fue Anna Karina.
  • Verbo (2011) - Eduardo Chapero Jackson. De este director se esperaba lo máximo en su salto a la gran pantalla después de realizar una serie de cortos de extraordinaria calidad. Verbo es una película tan arriesgada como fallida. Porque arriesgado es pretender trasladar mediante imágenes oníricas ese pensamiento adolescente fantasioso dentro de un mundo realista, esa adolescencia tan incómoda con la que es difícil empatizar (tan diferente de esa niñez luminosa que tantos parecen echar de menos), ese momento en la vida en la que uno es capaz de considerarse tan especial como el ser más desgraciado del planeta. Lamentablemente la propuesta naufraga sin contemplaciones y con el paso de los minutos sólo con benevolencia se pueden obviar tantos momentos que provocan cierta vergüenza ajena. Una pena.
  • Banda aparte (1964) - J. L. Godard. Una delicia, una auténtica delicia. Desestructurada, fragmentaria, episódica, con un leve hilo conductor cuya resolución es lo que menos importa; es una película hermosa y cautivadora protagonizada por una maravillosa Anna Karina y con algunos momentos de cine en estado puro (como el baile en el bar o la carrera por El Louvre) que ya han pasado a la historia de este arte.
  • Pierrot el loco (1965) - J. L. Godard Tal vez el disparo final que la modernidad cinematográfica lanzó contra el cine clásico. Godard se apropia de algo tan característico a ese cine clásico como es el cine de género adaptado de la literatura, la intriga, los amores y traiciones, las persecuciones y huidas, la sorpresa final que cambia todo. Y le da la vuelta, lo desestructura, lo descompone, lo deconstruye y lo vuelve a construir de manera completamente diferente aún siendo lo mismo. Con un guión que parece deslavazado, la historia tan pronto se acelera como se pausa, cumpliendo la función de dejar que sea la imagen y el sonido, a través de la composición, el encuadre, el montaje, el ritmo y unos actores que se sienten libres de ataduras, los que conviertan la experiencia fílmica en algo distinto y por tanto único. Godard no sólo hacía cine, sino que también enseñaba las entrañas del que se había hecho hasta ahora, sus motivaciones, y de qué manera se podía hacer de otra forma.
  • Take shelter (2012) - Jeff Daniels. Apasionante e inquietante película en la que un ciudadano de la América profunda comienza a tener visiones que adelantan el fin del mundo. Una de las mejores películas del año que utiliza la historia como excusa para investigar en la psique colectiva del pueblo norteamericano y en su transformación en un país atemorizado por todo tipo de amenazas (imaginarias o no) procedentes del exterior. De lo mejor del año.
  • Sherlock Holmes 2: juego de sombras (2011) - Guy Pearce. La primera ya era irritante pero al menos contaba con la novedad de presentar una revisión (más física) del mítico personaje en manos de un entregado Robert Downey Jr.  Esta continuación no es más que pura cochambre cinematográfica, cine palomitero de baja estofa construido en cadena de montaje para el consumo de adolescentes adocenados y de treintañeros en pleno proceso de regresión e involución cultural.
  • Ahora los padres son ellos (2010) - Paul Weitz. ¿Para qué criticarla? Soy yo el que merecería el insulto y la invectiva por acercarme de nuevo a unos personajes tan conservadores, gastados, planos y aburridos. Las sucesivas secuelas han conseguido que ya ni recuerde la simpatía con la que vi la primera película de esta infumable saga de majaderías. La presencia de Robert de Niro y de Dustin Hoffman sólo hace mayor el bochorno.
  • La cara oculta (2011) - Andrés Baiz. Irritante e insufrible película que parte de una premisa atractiva pero deriva rápidamente en bodrio infumable. Qué mala es.
  • 2012 (2009) - Roland Emmerich. Ya sé que es mala, que se sabe lo que va a pasar desde el minuto uno, que es conservadora, que es la típica producción catastrofista que Hollywood lleva décadas repitiendo... Vamos, que es un truño, pero diré algo positivo: el nivel de destrucción durante la primera hora es tan brutal, tan enloquecido que al menos lleva a la risa. Tal vez sea la película de la historia donde se produzcan más muertes por minuto. Lo demás, lo esperable: mala de solemnidad.
  • La novena puerta (1999) - Roman Polanski. Un Polanski menor adaptando a Pérez Reverte en una historia confusa que funciona a impulsos sin seducir ni enganchar en ningún momento. Olvidable.
  • ExistenZ (1999) - David Cronenberg. Es una película que llevaba años con deseos de ver porque su punto de partida, relacionado con la construcción de mundos virtuales difícilmente distinguibles de la realidad, siempre ha sido algo de mi interés. Al final me encontré con una película construida a retazos, sin fluidez ni ritmo, que no termina de arrancar y a ratos se torna (innecesariamente) demasiado desagradable visualmente. No aporta nada nuevo al género. Prescindible
  • Día de entrenamiento (2001) - Antoine Fuqua. Dura historia de ésas que Hollywood de vez en cuando da luz verde, siempre y cuando quede claro que la corrupción policial que plantea es debida sólo a las personas y no es algo consustancial al propio sistema. Buenas interpretaciones de Ethan Hawke y de un Denzel Washington desatado en una película que tras la primera hora desfallece notablemente por no asumir el riesgo de llevar la lógica de su premisa hasta el final, con todas sus consecuencias.
  • Buried (2011) - Rodrigo Cortés. No entiendo el fervor de tanta gente con esta película. Y menos que el mérito que resalten es que mantiene la tensión durante el metraje. Faltaría más. Pero a pesar de eso no deja de ser un tío metido en un ataúd (del que no parece poder salir) durante hora y media. Sin trasfondo, sin reflexión, sin nada que reenfoque lo que se cuenta, que le dé otro valor. Nada, el vacío. Y el ataúd, claro.
  • La soga (1948) - Alfred Hitchcock. Después de Buried pensé que era por fin el momento de ver este otro ejercicio de estilo. Hitchcock intentó construir una película en una sola secuencia (finalmente, por motivos técnicos, tuvieron que ser dos) en la que dos jóvenes, tras cometer el crimen perfecto, invitan a un almuerzo a su antiguo profesor de criminología junto a familiares del fallecido para poner el broche final a su hazaña. El ejercicio funciona, no es de lo mejor de Hitchcock pero, a diferencia de la anterior película comentada, no sólo se mantiene la tensión sino que sirve como motor de cierta reflexión sobre el ser humano y la deshumanización de una sociedad burguesa decadente.
  • La cabina (1972) - Antonio Mercero. Siguiendo con el tema de la realización de películas en un único espacio me asomé a esta rareza del cine patrio, convertida ya en película de culto y que, sorprendentemente, a pesar de la pobreza de sus medios técnicos, aguanta excelentemente el paso del tiempo. Ese ciudadano anónimo (José Luis López Vázquez) representante gris de una España oscura que vivía de espaldas a la modernidad y al paso del tiempo, y que intenta llamar por teléfono, contactar con alguien (¿un grito de auxilio al exterior?), sirve como metáfora de un país aislado e incomunicado en el que cualquier intento de llamar la atención sobre la situación social era penalizado con el silencio y el aislamiento social para siempre. El plano final es antológico.
  • Grupo 7 (2012) - Alberto Rodríguez.  Espléndida. Película policial a la española que nos hace conocer esa cara oculta que nunca muestra la Sevilla de postal, semana santa y feria de abril. Historia sin concesiones, repleta de pobreza, miseria y droga que nos cuenta el nacimiento, la vida y la muerte de un grupo de la policía especializado en la lucha contra el narcotráfico en la Sevilla previa a la Expo92. Interpretaciones poderosas y dirección firme para una joya del cine español actual.
  • Pleasantville (1998)- Gary Ross. Crítica social a través de una comedia con tintes dramáticos que defiende la libertad personal y las ganas de vivir frente al conservadurismo moral americano. Y lo hace a través de una historia imaginativa y eficaz que decae algo con el paso de los minutos. Recomendable.
  • The dark knight rises (2012)- Christopher Nolan (cine) Después de la espectacular segunda entrega esta tercera pierde fuelle. A pesar de mantener esa fisicidad y esa oscuridad que tan buenos resultados le han dado a Nolan con este nuevo Batman, a pesar de mantener la tensión y de utilizar sabiamente el recurso manido de hacer caer al héroe para después hacerlo renacer, y a pesar del buen hacer de los actores la película termina naufragando debido a una historia confusa, mal planteada y desarrollada y a la mala decisión de apabullar al espectador con exceso de ruido y embrollada acción. Por no decir nada del subtexto político (conservador) que se puede leer en la película en relación a la utilización de la retórica revolucionaria por parte de “los malos” para hacerse con el control social
  • Prometheus (2012) - Ridley Scott (cine). El desastre del año, la peor película que vi en relación a las expectativas formadas. Interpretaciones planas, una dirección sin pulso y sin rumbo. Un guión de chiste que acumula referencias sin sentido y preguntas sin respuesta casi en cada plano. Personajes de tebeo pésimamente construidos, confusión, una historia pretenciosa sustentada en la nada, cierto tufo a religiosidad barata… Un desastre. Basura.
  • Carmina o revienta (2012) - Paco León. En su rareza reside su encanto. La propuesta sorprende y atrapa. Paco León graba a su madre usando técnicas de documental y le deja espacio para que exprese sus pensamientos y sus ideas. Transmite la frescura y vitalidad de una mujer eternamente joven en un cuerpo que se marchita y también ofrece pildorazos de una realidad social más cercana a la picaresca de los años del franquismo sociológico que a una supuesta modernidad que nunca parece terminar de llegar a ciertos rincones de este país.
  • Life aquatic (2004) - Wes Anderson. Anderson es mi descubrimiento particular de este año. Su cine atrapa en un universo tan singular como fascinante donde la realidad se mezcla con una insólita fantasía y los personajes son unos tipos extraños, inteligentes, en general carentes de afecto, que reclaman con desesperación que se les quiera tal y como son. Esta película, evidente homenaje a Costeau, es una auténtica delicia, con unos personajes secundarios maravillosos y con una historia que parece liviana y fragmentaria pero que en el fondo posee una enorme densidad. Imprescindible.
  • Matar a un ruiseñor (1962) - Robert Mulligan. Un clásico de las buenas intenciones y película que tuvo en su momento cierta relevancia por su encendida defensa de la igualdad racial. A pesar de sus buenas intenciones los años han pasado por encima de ella, dejándola como una curiosidad que, cinematográficamente, se sostiene fundamentalmente gracias a la visión infantil que aporta al problema.
  • Nowhere boy (2009) - Sam Taylor-Wood. Enésima revisión de los años adolescentes de los miembros de los Beatles antes de convertirse en integrantes de ese fenómeno de masas. Junto con Backbeat ésta es la película sobre ellos que más me ha gustado. Centra la historia en un joven John Lennon torturado por la ausencia de su madre y la pronta pérdida de su tío y compone un retrato verosímil de ese adolescente inquieto que pudo ser. Excelentes interpretaciones para una película pequeña pero honesta.
  • Otra tierra (2011) - Mike Cahill. Sí, apesta a cine indie norteamericano (del malo) por sus cuatro costados. Mucho sufrimiento, tonos ocres, historia con las gotas justa de ciencia ficción para posibilitar el drama, mucho sufrimiento, dosis aún mayores de culpa… Aburre y es fastidiosa. Innecesaria
  • La última ola (1980) - Peter Weir. Antecedente directo (por temática, aunque no por intenciones) de Take Shelter, una curiosidad de un Weir en sus inicios australianos en la que un hombre felizmente casado empieza a tener ciertas visiones extrañas y a recibir la visita de unos aborígenes que atemorizan a su familia. A partir de ahí terminará comprendiendo que se acerca un cataclismo del que nadie parece advertido. Aunque arranca con fuerza pierde el rumbo con rapidez y queda en la memoria más por su singularidad que por ser  una buena película.
  • Viaje a Darjeeling (2007) - Wes Anderson. El viaje en tren a través de la India de tres hermanos norteamericanos en busca de su madre se convierte en un viaje de reconocimiento y aceptación de sí mismos y de los otros en otra fabulosa experiencia fílmica que nos regala un Anderson en estado de gracia. La experiencia cromática de sus películas es algo pocas veces visto. Genial, aunque con algún altibajo.
  • Predators (2010) - Nimród Antal. Era inevitable que alguien que disfrutó enormemente con aquellos entretenidos Depredadores de los 80 volviera a intentar revisitar el universo de estos extraterrestres cazadores en esta continuación que produce Robert Rodríguez. A pesar de mi aprensión y a que esperaba lo peor, pasé un buen rato con una película que no hace más que retomar la historia que hemos visto ya tantas veces (desde El malvado Zaroff hasta en Los juegos del hambre) en la que un grupo de personas debe sobrevivir a su propia caza, en este caso a manos de Depredadores. Entretenida y convencional. Para fans.
  • Los vengadores (2012) - Joss Whedon. Pues por más que lo intento y lo intento no consigo cogerle la gracia al rollo superhéroe (salvo con Batman) en el que vivimos sumergidos desde hace ya unos años. Whedon aporta al subgénero cierta frescura y ese humor sencillo y franco que le caracteriza, pero ni aún así dejo de aburrirme la mayor parte del tiempo y de tener la sensación continua de presenciar más y más de lo mismo con distinto envoltorio. Cine para adolescentes que sólo los adultos que crecieron leyendo cómics de superhéroes pueden también disfrutar. No es mi caso, tal vez ahí está el problema. Pero persisto en el intento.
  • Los juegos del hambre (2012) - Gary Ross. Nueva franquicia dirigida (de nuevo, como no) a los adolescentes, que deja de lado la profundidad y la reflexión que la distopía que presenta podría plantear para centrarse en lo emocionalmente superficial y en los conflictos amoroso-hormonales de la protagonista. A pesar de ello tiene más dignidad que otras producciones de su estilo. Pasable.
  • Arrebato (1979) - Ivan Zulueta. Impactante, arrebatadora, sugestiva, extraña y subversiva. Una película fantástica, un testimonio fílmico de amor pasional al cine, un historia sugerente sobre el poder destructivo de las drogas y sobre la necesidad del cine, entendido éste como una forma de vida. Imprescindible.
  • Drive (2011) - Nicolas Winding Refn. Controvertida película que despierta admiración u odio. Sin término medio. A mí me resultó muy interesante esta historia, claramente heredera de Taxi driver, con un ritmo y una puesta en escena espléndidos, que nos cuenta la vida de un tipo muy particular. No deja indiferente y terminará convirtiéndose en película de culto.
  • Los Tenenbaums: una familia de genios (2011) - Wes Anderson. Tal vez los miembros de esta familia de superdotados tarados para la vida social y familiar sean los personajes más estrambóticos de la filmografía de Anderson. Y tal vez por ello los más adorables. Genial de principio a fin, sin discusión.
  • Men in black 3 (2012) - Barry Sonnenfeld. ¿Hay algo peor que una película concebida para la risa, para ser un mero entretenimiento liviano y que aburra desde el primer minuto? ¿Y que además todo parezca extremadamente estúpido, desde la estúpida  historia hasta los estúpidos personajes? Pues eso es lo que es esta cosa. Qué horror.
  • Academia Rushmore (1998) - Wes Anderson. La película con la que se dio a conocer Anderson nos presenta a uno de sus personajes emblemáticos: ese adolescente inteligente y poco a adaptado a la sociedad que en lugar de estudiar se dedica a dinamizar toda la vida cultural de su instituto y al que una profesora de la que se enamora vendrá a poner su mundo patas arribas. Cautivadora. 
  • Moonrise Kingdom (2012)- Wes Anderson (cine) La última película estrenada por Anderson sea tal vez su obra maestra hasta el momento. Vuelve a usar con inteligencia alguna de las constantes más evidentes de su universo particular, como esos niños con modos de adulto sin por ello dejar de parecer niños, y esos adultos desorientados que terminan aceptando la brújula vital que los niños le muestran. Además, la construcción del relato es más compacta que en otras ocasiones y el drama se cuela con naturalidad en esa visión agridulce del mundo que este director nos ofrece. Fantástica. Extraordinaria.
  • Crash (1996)- David Cronenberg. Una historia malsana y sórdida donde un director de cine y su mujer, carentes de nuevos estímulos y con un enorme vacío existencial, caminan por el precipicio del hedonismo posmoderno de la mano de un especialista en performances relacionadas con los accidentes de coches. Interesante a ratos, termina resultando incómoda. Es más atractiva la propuesta que la propia película, que flaquea y se debilita con el paso de los minutos.
  • Promoción fantasma (2012) - Javier Ruiz Caldera. Comedia blanca, muy blanca de adolescentes fantasmas que se quedan vagando por los pasillos y aulas del instituto donde murieron hace más de veinte años. Para solucionar sus problemas y poder por fin descansar e irse de este mundo deben ser ayudados por un simpático Raúl Arévalo. Película sin pretensiones, para toda la familia, para pasar una tarde de sábado.
  • Blancanieves (2012) - Pablo Berger (cine). Una de las grandes películas españolas de los últimos tiempos. Berger recoge todos los iconos patrios y construye una soberbia historia basada en el cuento de Blancanieves (con un punto de crueldad) pero situada en la España más cañí de los años 20 del siglo pasado. Con un blanco y negro embriagador donde el silencio se escucha, se siente y se comprende, la película fluye hermosa ante los ojos del espectador. La interpretación de la niña es maravillosa.
  • Los soñadores (2003) - Bernardo Bertolucci. Estupenda película de un Bertolucci que vuelve a los paisajes emocionales de El ultimo tango en París para contarnos una historia en la que tres jóvenes acomodados se encierran en un piso parisino para disfrutar de su cinefilia e investigar sobre sus cuerpos y su sexualidad. Es una película excelente que termina abandonando la intimidad de los cuerpos jóvenes para aportar una reflexión clave sobre el mayo del 68 que abre la puerta a una interpretación no sólo desmitificadora, sino también esclarecedora de los nuevos caminos que, a partir de entonces, empezarían a recorrer las sociedades occidentales.
  • El último tango en París (1972) - Bernardo Bertolucci. Qué decir de una película de la que se ha dicho ya todo. Sólo destacar por tanto la importancia brutal que tiene la interpretación de un Marlon Brando en estado de gracia que es el que eleva la historia hacia cotas inimaginables. El misterio que lo envuelve lo hace al espectador tan atractivo como a su amante y la revelación final de la cruda realidad mediocre de su condición hace que entendamos perfectamente la resolución final a la que se ve abocada ella. Indispensable.
  • La educación prohibida (2012) - Germán Doin. Basura. Sólo así se puede definir el documental que vino este año a revolucionar el mundo de la educación sólo para presentar cuatro clichés sin sustancia, llenar de verborrea inútil dos horas y media de aburrimiento existencial, presentar como expertos educativos a los que no son más que charlatanes y representantes del pensamiento mágico y llenar la cabeza de tonterías peligrosas a demasiados espectadores despistados. Investigar a los supuestos expertos que se atreven a denostar la educación pública estatal y las formas de enseñar “tradicionales” desde unos presupuestos ideológicos que no exponen es algo absolutamente trascendental para aquellos que realmente quieran comprender el trasfondo de este documental. La educación y los modos tradicionales de enseñanza deben seguir evolucionando pero hemos de tener cuidado con soluciones mágicas y facilonas. Lo dicho, pura basura.
  • El gatopardo (1962) - Luchino Visconti. Película mítica del cine que me dejó más bien frío a lo largo de todo su metraje. Nada se puede criticar de su suntuosa puesta en escena, de su preocupación por el detalle y la descripción detallada de la sociedad que realiza. Y Burt Lancaster está estupendo. Pero por algún motivo no entré en ningún momento en ella. Me aburrí.
  • The Amazing Spiderman (2012)- Marc Webb. Y de pronto Peter Parker de nuevo es adolescente (me temo que no será la última vez). Y de nuevo sufre mogollón hasta que acepta su destino. Y de nuevo asistimos a unas clases de psicología barata para explicar el carácter de nuestro superhéroe. Y de nuevo se enamora (ahora de Gwen) y el chaval lo pasa mal, normal. Y todo está ya muy, muy visto, y es muy, muy cansino y termina siendo muy, muy coñazo. De nuevo.
  • Corazonada (1982) - Francis Ford Coppola. La película que acabó con el sueño (megalómano) de Coppola de producir un cine caro, de calidad y de autor en las entrañas del propio Hollywood. Hermosa película ¿musical?, desmedida, con una fotografía de Storaro arrebatadora y apasionada, que nos narra como una pareja de perdedores parecen haber agotado su amor y deben volver al mundo, a la ciudad (construida íntegramente en estudio), para poder de nuevo reformularse y volver a encontrarse.
  • En la casa (2012) - François Ozon (cine). Basada en una obra de teatro del español Juan Mayorga, la película nos adentra en la capacidad narrativa de un chaval que va escribiendo a su profesor de literatura, a modo de trabajo de clase, sus avances para seducir a la madre de uno de sus compañeros de clase. Brillante en ocasiones y entretenida siempre, la película funciona como un artefacto de relojería revelando miserias y realidades de esa clase media acomodada anclada en sus rutinas. Muy recomendable.
  • Sympathy for Mr. Vengeance  (2002) - Park Chan-Wook. El cine asiático (de calidad) casi siempre voltea y pone patas arriba todas mis convenciones y conocimientos sobre el cine y su realización. Las historias podrán ser parecidas en la trama pero la forma de abordar la violencia, el amor y las relaciones personales, así como la forma de administrar los tiempos en los relatos difieren por completo del canon occidental. Es el caso de esta película, que nos narra de manera despiadada diversas venganzas entrelazadas que se caracterizan, al tiempo, por responder a una coherencia interna incuestionable y por poner de manifiesto la deshumanización y la miseria que las sociedades modernas capitalistas han traídos también a estos pueblos tan lejanos. Brutal.
  • If… (1968) - Lyndsay Anderson. Interesante revisión al estilo británico de la francesa Cero en conducta (posteriormente comentada). Como aquélla, revela los mecanismos de opresión con los que la institución educativa conformaba ciudadanos obedientes y narra la obligada rebelión violenta a la que dicha opresión termina llevando a algunos de sus estudiantes. Alternando escenas oníricas con la realidad, mezclando el color con un extraño blanco y negro, Lyndsay Anderson construye uno de los hitos del cine relacionado con la educación y nos deja un final desolador y violento acorde con los tiempo que se vivían (y que sería deseable que alguien comparara críticamente con el más sentimental y blando final de El club de los poetas muertos).
  • Holy motors (2012) - Leos Carax (cine) Una película fascinante y cautivadora. Con multitud de puntos de fuga posibilita múltiples lecturas mientras asistes a las dolorosas transformaciones de un inmenso Dennis Levant en los diferentes personajes a través de los que el director reflexiona sobre la historia y futuro del cine, sobre el ser humano y el paso del tiempo y sobre los sueños, lo que somos y lo que quisimos alguna vez ser.
  • La ciudad sin ley (1935) - Howard Hawks. Un Hawks menor. Película hasta hace poco desconocida para mí en la que el director pone su oficio al servicio de una historia con mayor densidad de lo esperado, con un personaje femenino principal que acepta la sordidez de su vida para sobrevivir y un malvado coherente, con matices. Pareja extraña que convive, se soporta y tal vez terminara amándose si no fuera por la irrupción de un joven ingenuo, de vitalidad arrolladora que hará dudar a ella de sus elecciones y de su fututo. Ha aguantado muy bien (mejor que muchas) el paso del tiempo.
  • Cero en conducta (1933) - Jean Vigo. Mediometraje de culto que se introduce en el proceso de disciplinamiento y control social que la escuela realiza. Es una obra enorme, con detalles tan inteligentes como poderosos a la hora de construir las metáforas de un relato sonoro que podía perfectamente ser mudo sin perder nada de su fuerza. Imprescindible
  • La vida de Pi (2012) - Ang Lee (cine). La historia de cómo un adolescente tarado por un chute demasiado fuerte de religión(es) elude la realidad para sobrevivir a un naufragio se convierte en un bodrio esteticista, cansino, reiterativo, infantil y pesado, muy pesado, que extrañamente se ha convertido en un éxito para esa crítica y ese público que cada año esperan como idiotas esa película de prestigio a la que adorar. De fácil consumo y espiritualismo de saldo gustará a seguidores del pensamiento mágico y del rollito "todo vale" propio del new age.
  • Casino Royale (2005) - Martin Campbell. Por fin, en años, una película de James Bond que está bien hecha, que entretiene y que no tiene que apelar a la nostalgia del espectador ni a la fuerza de su personaje para agradar. Buena película de acción, con ritmo, y con un Craig que le da un aspecto más rudo al personaje al tiempo que le aporta mayor humanidad. Amena
  • Diamond flash (2011) - Carlos Vermut. Rareza que ya se ha convertido en película de culto de minorías. Estrenada inicialmente sólo a través de la red, es una extraña deconstrucción del mito de los superhéroes sustentada a través de diferentes y duras historias de corte social mínimamente entrelazadas. Impacta, seduce, sorprende. Merece mucho la pena.
  • El capital (2012) - Costa Gavras (cine). Han criticado su evidente didactismo, como si esa falta de sutileza a la hora de criticar los modos capitalistas que nos llevaron al abismo fuera un problema. A mí me gustó que el acercamiento al tema fuera directo, en ocasiones grosero y vulgar, porque el dinero no hace mejor a los hombres sino que tan sólo les ofrece la posibilidad de satisfacer sus miserables deseos sin que nadie los juzgue. Película necesaria, no brillante pero sí interesante y con momentos enormes, que relata el ascenso de un arribista hasta lo más alto de uno de los bancos europeos más importantes mientras se defiende de otros que como él, sólo ansían lo mismo: dinero y poder. ¿Y los ciudadanos normales? Que se jodan, claro.
  • Extraterrestre (2011) - Nacho Vigalondo. Simpática de partida pero fallida propuesta de comedia de personajes de un Vigalondo poco inspirado en la dirección de actores y al que el tiempo se le hace eterno para relatar algo que no da para más de media hora tal y cómo está planteada la película. Una pena
  • El hobbit (2012)- Peter Jackson (cine). Volver a la Tierra Media es un enorme placer y Jackson sabe lo que queremos aquellos a los que nos emocionó con su adaptación de El señor de los anillos, hace ya más diez años. Lo que allí fue un necesario ejercicio de síntesis aquí se convierte en un ejercicio de evidente inflación para deleite de los aficionados al género y dando munición a los detractores de este tipo de cine. A mí me encantó.
  • Chico encuentra a chica (1984) - Leos Carax. Ópera prima del director, rodada en blanco y negro, nos cuenta de manera no siempre lineal la arrebatadora historia de amor entre dos jóvenes autoexiliados de la sociedad convencional en un París entre tinieblas. Él sabe que ha encontrado al amor de su vida y luchará por alcanzarlo a pesar incluso del rechazo inicial de su amada, que por otra parte es una suicida potencial. El monólogo al telefonillo es de lo mejor y más intenso que he visto en mucho tiempo. Cautiva y seduce.

15 diciembre 2012

Gotas de cine (1): Grupo salvaje


Su mundo ha muerto. La civilización estrecha cada vez más el cerco sobre ellos. Ford lo había narrado antes en El hombre que mató a Liberty Valance. Nos brindó el emocionante relato, tan desesperado como coherente, de Tom Doniphon, representante salvaje de un mundo sin leyes que desaparecía, un tipo que aceptaba su fin, el fin de su prevalencia, de sus propios sueños, para que un país agreste se construyese sobre los huesos de sus muertos. Ford lo contó desde la épica heroica del perdedor. Peckinpah quiso contar algo parecido pero de manera más brutal, más sucia, más polvorienta. Quiso narrar la misma historia pero sin el mito, sólo desde la vertiente humana de la épica del perdedor. Y hoy aún emociona su relato. No hay redención ni justificación posible para las acciones del Grupo Salvaje que comanda Pike Bishop (William Holden). No hay justificación ni redención porque ellos no rinden cuentas a la moral de la civilización, sólo a su propio código moral, ése en el que nada hay peor que no cumplir la palabra dada, aunque lo importante no sea esa palabra dada sino a quién se le da. Son salvajes que cabalgan ya sin rumbo ni futuro. Han envejecido, se sienten cansados, derrotados, acosados como alimañas. Hace años que debieran estar muertos pero han sobrevivido en un mundo que les da la espalda. Deambulan por las tierras que antaño creyeron dominar, añoran sus sueños quebrados, su vitalidad, el tiempo aquel en el que aún creían disponer de un futuro. Nunca les preocupó nada más que su pellejo y el posible botín a conseguir. Lo intentan de nuevo, una vez más, se embarcan en otra de tantas historias que nunca salieron bien. Los pobres rara vez se enriquecen delinquiendo. Los acompañamos en la que creemos que es su última aventura, nos transmiten su cansancio vital, somos testigos de cómo intentan creerse sus propias mentiras, sus proyectos, ésos que nacen muertos antes de salir de sus bocas. Sorprendentemente salen indemnes. El negocio les sale redondo. Tal vez sea éste el golpe que realmente los retire. Como si eso pudiese suceder… Sólo han tenido que cometer una indecencia más: simple, lógica, natural. Han dejado en manos de aquellos que les contrataron a uno de sus compañeros. Aceptando una vez más que los otros, los que detentan en cada ocasión el poder, los que son aún más miserables que ellos pero tienen detrás el dinero y la fuerza, decidan arbitrariamente sobre uno de los suyos. Sobre uno de los miserables. Sobre uno de los que no tienen nombre. Sobre uno de los que nadie vendrá nunca a salvar.

Bishop (Holden) se viste mientras la prostituta con la que acaba de estar se peina y el bebé de ella, en la misma habitación, llora desconsolado. Acaba de follarse a una puta. Otra más. Como tantas. Como tantas veces. No hay concesiones al espectador. Se siente mayor, se siente agotado, incapaz de volver a construirse la ficción de una nueva vida. Siente que su historia está cerca ya de su final, lo acepta, casi lo desea.  Está hastiado, derrotado, cansado de caminar, cansado de luchar. Mira una vez más a la puta. Los ojos azules de Bishop (Holden) refulgen en la pantalla transmitiéndonos su enorme fatiga. Sólo queda hacer lo que hay que hacer. Termina de vestirse, se enfunda su revólver, sale del cuartucho y se enfrenta a dos de sus hombres que disputan miserablemente con otra prostituta el precio de sus servicios. Se hace el silencio. Los tres se miran. Bishop es el primero en hablar: “let´s go”. La respuesta tarda unos segundos en llegar: “why not?”. Ese diálogo resume la película, resume sus vidas, sintetiza su vacío: 

-“Vamos
 -"¿Por qué no?"

Sólo queda hacer lo que hay que hacer. Fuera les espera Dutch (Ernest Borgnine). Los cuatro se miran un segundo, sonríen, no hace falta nada más. Saben lo que les va a suceder, saben que esta vez va en serio, que su historia está acabada, que les ha llegado la hora y que, por fin, para terminar, van a hacer una última cosa bien, sin sentido, sin lógica, sólo porque saben que deben hacerla a pesar de las circunstancias

Sólo queda hacer lo que hay que hacer





30 noviembre 2012

Perdón por molestar

Caminan entre nosotros, por todas partes, aparecen tras cada esquina, en cualquier andén de metro, debajo de tu casa, te persiguen, te cercan, a veces en parejas, hueles su infecto aliento. Nunca antes hubo tantos por Madrid. 

Ando desbordado por datos, informes, números, fraudes, ayudas infames a aquellos que nos hundieron, abyectos recortes de lo que era de todos, hastiado de una prensa jurásica e indecente, de tantas radios que emiten en una misma frecuencia infinita tan sólo la voz de sus amos, de las solipsistas redes sociales… Vivo inmerso en una sensación continua de que nada de lo que leo, de lo que me cuentan me sirve ya para mejorar la composición del relato, da igual el nuevo ensayo que ataque o la nueva información que me envíen, tengo la espantosa certeza antes de empezar a leer de que es algo que ya conozco, de que todos a estas alturas, de un modo u otro, ya no podemos seguir engañándonos y que la calma general sólo puede ser explicada desde la imposibilidad de respuesta, desde la inexistencia de cauces mediante los que evitar lo que nos venden como inevitable. O tal vez todo es más fácil y se explica desde una sociedad conformada y educada para ser borrega, para bajar la cabeza sin rebelarse, para alcanzar sin pudor límites insospechados de cobardía. Putos cobardes sin sangre. Somos. A veces, todavía, exploto y de manera desabrida algún amigo o conocido es alcanzado por dardos envenenados infestados de datos que no se pueden obviar y que sirven para desenmascarar las idioteces argumentales en las que algunos aún se intentan refugiar para sobrevivir. Cada vez me pasa menos, la sensación de letargo se va apoderando de mí. No merece la pena. No merecen la pena.

Deambulan entre nosotros, su número crece por días, son nuestros muertos, cadáveres andantes, zombis del sistema capitalista. Con los dientes ennegrecidos por la miseria, con el rostro contraído por el hambre y la mirada perdida por el fracaso vital. 

En letargo. Sí, me pasa cada vez más a menudo, entro en letargo en las conversaciones sobre la actualidad, me aburro, me parece que ya se ha dicho todo, que todo se ha valorado, que la crítica es superflua o insuficiente. A estas alturas de la historia sólo nos quedan dos opciones: o pasar a la acción o quitarnos de en medio. Lo demás es literatura. Y de pésima calidad. Me siento mayor, se acabó el artificio, no puedo volver a salvar el mundo entre efluvios de alcohol, la realidad ha entrado en nuestras vidas, ha dado una patada en la puerta para ocupar nuestras casas, se ha sentado en nuestro sillón favorito, mirándonos en silencio, desafiante, nos ha manchado, nos ha llenado de mierda para siempre.

Se arrastran ante nosotros, los evitas como puedes, te zafas de ellos, bajas la cabeza y aceleras el paso. No tienes un cigarro, no tienes una puñetera moneda, no tienes tiempo, no tienes alma ni conciencia. En el metro, en el tren, no puedes huir y tan sólo resta aguantar el momento. Escuchar la patética cantinela, el relato del fracaso, del dolor, del gulag capitalista. Me fijo en las caras de mis compañeros de vagón, estudio sus facciones, interpreto sus emociones; me asusta pensar que casi todos ellos serían capaces de interpretar a la perfección el papel de un alemán cualquiera en los años del nazismo. Y que, sin dudas, yo soy uno más de ellos.

Cuando me sacuden y despierto del letargo cada vez razono de manera menos ponderada, menos reflexiva, con menos paciencia. Sólo siento unas enormes ganas de morder, con rabia, sin soltar la presa a pesar de los palos que me caigan encima, como el perro en la perrera, que muerde y ladra sólo por rabia, sin fe, sin objetivo, tan sólo para demostrar que aún respira aunque se sienta muerto por dentro. Pero con eso ya tampoco alcanza.

Se humillan ante nosotros, suplican, relatan situaciones inverosímiles completamente reales, su pérdida de dignidad no es más que el reflejo deformado de nuestra propia miseria. Consiguen unas pocas monedas y el que se las da se siente un poco mejor esa mañana. Ellos fingen agradecimiento pero sólo debieran odiarnos. Tal vez lo hacen, nos odian porque hemos conseguido una plaza en los esquifes del Titanic. No ven más allá de nosotros y querrían ocupar como fuera nuestro lugar. Nos odian, sí. Normal. Pero no pasan a la acción; como el resto. Se lo impide el miedo a la represión, al castigo. De momento.

27 noviembre 2012

Ochenta años de fracaso educativo y social a través del cine

 Desde Zéro de conduite (Jean Vigo, 1933)...


 ... Pasando por Los 400 golpes (François Truffaut, 1959)...


 ... Por If... (Lindsay Anderson, 1968)...


... Para terminar en La clase (Laurent Cantet, 2008)
 

... O casi ochenta años en los que el cine deja constancia de cómo la escuela es vivida como una cárcel represora por demasiados niños que no comprenden su utilidad, no soportan sus arbitrariedades, ni las jerarquías impuestas, ni la falta de respeto a sus personas y a su intelecto... 

El cine como testigo de un fracaso social, de una esperanza siempre al borde de la putrefacción, de unas formas de enseñanza que siempre se sienten como anacrónicas y alejadas del presente, incapaces de adaptarse a las necesidades educativas de su tiempo.

Y en lugar de preocuparnos por esto, por mejorar nuestras formas de enseñar y de relacionarnos todos, profesores y alumnos, en los diferentes entornos educativos, nuestro tiempo nos obliga a dedicarnos a salvar los restos del naufragio, a eludir los graves problemas que asolan a los sistemas tradicionales de enseñanza para defender en primer lugar su propia existencia, como garantía de superviviencia de esa mínima posibilidad de justicia social que la escuela, aunque sea pobremente, intenta al menos garantizar.  

31 octubre 2012

Nada que contar

¿Cómo construir un post cuando no tengo nada que decir? ¿Por qué escribirlo?  ¿Cómo se narra la rutina? Resetear, limpiar las entrañas de la maquinaria que nos conforma, es tan difícil que, como la quimioterapia, te deja seco, sin nada, en fuera de juego, destruye todo, lo bueno y lo malo, sin sufrimiento que transmitir pero sin nada interesante que contar. Los días pasan, despacio, uno a uno, sintiendo cada hora de cada uno de ellos, tan tranquilos que no parecen reales, no recuerdo ya si en algún momento fueron así. Pequeñas sorpresas, grandes rutinas, nivel de sufrimiento mantenido y soportable, Sevilla en la lejanía, tan lejos, sin ganas de pasarme por ella, ni acercarme, tan sólo traerme a lo fundamental que allí habita hasta aquí. Puro egoísmo. Es lo que toca. Es curioso como la nada te invade cuando no tienes presión, Como en ese mundo de Fantasía de Ende. Va apoderándose de uno, te atrapa, penetra en ti, la sientes dentro, te inutiliza, destruye aspiraciones y ambiciones, te da igual, la aceptas, vives con ella, casi la agradeces, siempre preferible al horror de la inconsciencia donde los fantasmas campan a sus anchas provocando un dolor insoportable. Las lecturas se hacen complicadas porque dispones de demasiado tiempo para hacerlas, el cine pasea por el precipicio de la irrelevancia, las series son un pasatiempo que te escupen a la cara su papel de entretenimiento inocuo. ¿Y entonces? Entonces sólo queda seguir, mantenerse, resistir. Atender a los detalles, a los indicios, reconstruir el castillo de naipes que es finalmente la vida de cada uno de nosotros, mezcla de ficción, esperanza y deseo. Y esperar, seguir esperando, a la espera, a la espera de uno mismo. Sabiendo que sigues por ahí.

07 octubre 2012

Tiempo

Tirar hacia delante, dicen, hay que seguir, afirman. Afirmo. Lo repito continuamente, de hecho. Para evitar la compasión, el momento tenso de la empatía que no deseo. Pasan los días, y ríes, y vuelves al mundo, ése que nunca dejó de girar, pero algo falla, no funciona, nada es como debiera, tal vez sean esos sueños que nunca tuviste, que te despiertan temblando, entre fantasmas que se aparecen, entre zombies que se multiplican, entre enfermos infinitos y situaciones surrealistas, manifestación subsconciente de un dolor que sólo se manifiesta en soledad, en las horas muertas, en los vacíos, en los intersticios de la vida. Siento el paso del tiempo, a veces creo envejecer por segundos, en cada inspiración, en cada espiración. Y nada me reconforta, nada de lo que antes lo consiguiera, el desconcierto es total, nada tiene sentido, todo parece dar igual. Lo da, pero sabes que tampoco debe hacerlo. O sí. Has perdido las coordenadas de la isla, que se mueve en el espacio-tiempo sin control alguno. El tiempo. A eso te aferras, al tiempo. Que diluye los recuerdos, que prioriza al presente y especula sobre el futuro, sin pararse en el pesado pasado, en las fotografías que muestran lo que ya no existe. La habitación verde sólo sirve como refugio en la tormenta pero es un ancla que impide el movimiento. No ha pasado ni un puto mes. A veces parece que fue un año, a veces parece que fue ayer.